El siguiente es un poema escrito por Fa Claes, para un amigo compositor, quien murió de un cáncer de próstata.
1. Las horas blandas de la noche.
La tarde y el
agotamiento.
Por tu cerebro la
noche lentamente
desliza un dejo de
temeridad.
El trabajo ‘día’
se ha culminado,
lo dejas a tu
lado, la tarea cumplida.
Sonría, no
obstante, vida benéfica.
Flotando de
cansancio se duermen las horas,
fondo vago de
inquietud
sobre lo cual
espectros dicha
y duda. Borroso te
paseas
al lado de ti
mismo, ya se arreglará,
la esperanza más
grande de lo que presumes.
De pronto, tu
fuerza se vacía, la última gota.
Sobresaltado te
despiertas, golpe de gong:
desconcierto,
mientras inmóvil
quedas y esperas y
deseas:
pesadilla, deja
que me despierte.
Conciencia te
agarra la garganta:
nada pesadilla,
apagada la vida.
Un golpe rudo.
Oyes miedo y espanto
llegándose al
lado de tu cama.
Las tinieblas se ríen
de dientes afuera.
¡Eso no! piensas
desesperadamente.
Tengo que
conservar mi razón,
soy ser humano. No
quiero que pánico
me enturbie el
corazón y la cabeza.
¡No quiero!
Siempre ha sido: quiero que sí.
¿Ahora qué? Todo
es penumbra.
Antes
triunfalmente descorrías las cortinas
a un lado. Ahora
prudentemente las
empujas, corazón
cohibido. Sin lástima
la luz te enseña
todo de que sabes:
cada paso adelante es cada vez más pérdida aún.
2.
Demasiado tarde.
Todo lejos de
pronto, todo extraño.
Afuera el sol
brilla,
los paros lo
gritan en el avellano.
No hay calor ni
luz
y apenas murmullo.
Todo se halla
expuesto detrás de vidrio,
pasado que no toca
más.
No está bien. El
médico
dio a entender que
otras medidas
- ¿cuáles? - serían
inevitables.
En todo se oye y
se ve
que el giro - ése
en la buena
dirección -,
ni tan siquiera
existiera.
Debemos
arreglarnos,
dice, pero cuando
ve
que de pronto sus ojos se enrojecen,
las lágrimas se
le saltan por tanto dolor
que presiente para
ella
y por la
impotencia de no
poderla quitar ese
océano de congoja.
Se estrechan con
los brazos.
Cae el mundo. Sólo
el otro
cuenta, ¡que eso
sea eternidad!
Escociendo y
llorando,
desesperación
busca consuelo.
Te asustas cuando
te das cuenta
de que miras hacia
fuera.
Los días se hacen
más largos hacia primavera,
los paros lo
gritan en el avellano.
Mira, sólo cuenta
vivir. Consternación
asalta; el tiempo
sigue yendo y
tiempo y vida te
son quitados.
Todo lejos súbitamente,
todo extraño.
Espanto agarra y
te estrangula la garganta.
3.
Momento de consuelo
Ellos, junto a la
mesa, se miran el uno al otro.
Entre ellos se
deslizan pensamientos.
Él piensa: ¿cómo
será cuando ella
- sola en casa - se
pone a la mesa?
Y de pronto
ahuyenta su impotencia.
Y ella: ¿cómo
será de ser cuando me encuentre
sola sentada a la
mesa, sola en casa? Y dice
de repente: el
azafrán está en flor.
Y piensa: entonces
era joven, no pasaba
a mi lado sin
acuciar mi sangre en flor.
Lo mira pensativo;
cada año
la misma
primavera, revuelta, juventud,
tenía erección
observándote.
Él observa.
Silencio cuelga diáfano
sobre el momento,
hace una eternidad.
Debe existir
consuelo, sin embargo. ¿Tenemos que
preguntarlo? Todo
es siempre ¿por qué
no viene cuando se
necesita?
Parece que todas
las puertas se cierran,
no más llega ni
luz, ni aire.
¿Consuelo? El ánimo
consiste en que no
dices a otros cuan
malo está tu pozo más profundo
cuando de golpe se
derriba sobre tu cabeza.
El golpe aturde.
Dura un rato
hasta que te
despiertas más o menos. No va
bien, pero va
mejor, más que nada:
esperas que el
otro se sienta mejor.
Es monótono, todo
este pensar siempre
en lo mismo. Se
forma un tropel
confuso en tu
cabeza, un ovillo
a veces, un
laberinto del que no
te apartas.
Entonces, de improviso, sientes
protección,
amparo, alivio, seguridad,
no está para hoy,
por delante
tenemos años, años.
Empujamos
a un lado las
molestias del cavilar.
De pronto otra vez
el sol, aroma primaveral.
Tu mano. Tenga,
toma mi mano.
Nosotros dos,
siente, somos el uno el otro.
4. Alcance
Pasado ya el concierto, el podio,
las luces, el aplauso.
El regusto vive. Recepción con
entre grupos altas risas, charlas,
colores de damas, resplandor y
élite de señores conscientes de sí mismo.
Las alturas de música, las alturas
de goce, hombre resplandeciente somos
en tantos hombres tanta vida.
Pasado ya el trabajo, la concentración.
Intensas horas de Blüthner, escalas
musicales,
arpegios, triunfos, la más ligera tríada
conduce hacia cumbres, hacia Brahms, hacia
Bartòk,
hacia el sueño de perfección, beatitud.
En el silencio el aire flota lleno de sonido.
Escuchar ahora. La pulsación, el ritmo,
el ánimo de cada nota, ánimo de todas
las notas juntas, toca me, roza mi piel.
Alegría de componer.
Cada pensamiento viene, maraña en que
dicha, atención, elección poquito a poco
efectúan la
línea hacia exaltación que he
ambicionado yo. El júbilo en mi corazón
y cerebro. Piano,
saxofón, tuba,
violín, cada instrumento en cada tesitura
dice su sutil diferencia y la pone
junto a y cerca de y en el tamaño
de lo perfecto, del universo sonando.
Júbilo en corazón y cerebro. Me mira a mí.
Su vida entre el resplandor de entonces
y el velo de hoy. Cuando veo sus ojos
húmedos, procura ser de dicha,
de triunfo de amor como éste brilla
desde los niños que mecía, la
pequeña vida que volvía a ser sí mismo
y que continúa el entusiasmo del que
en aquel tiempo nos encargábamos.
Que sencillo es la llaneza. Pero
que
difícil
de buscar. Sin embargo
la vida, el pensamiento, el sentimiento
no complicados nos están más cerca.
Tinieblas, andaos.
Tráigame los rumores
familiares de la casa y que me dé cuenta:
llega el alba, el aroma del café.
Detrás de la cortina la calle, el mundo.
A mi lado su sonrisa. Sale la luz.
5. Noche
bajo la luna
Fuera, las tinieblas parecen artificiales,
los hombres las reprimimos.
Al horizonte ardor crepuscular de ciudad,
vago brillo en nubes, pensamientos,
vida en una jaula apurada.
Faltan todas las voces, la gran
diferencia con existir. Nada más
que el graznido de una lechuza, indistinta,
anuncio-superstición de la muerte
cercana, demasiado oscura para verla.
Ningún color. La luna está blanca, una
suerte de plata
sin fondo, sólo borde, nítidamente delineada
aunque inasequible en
líneas, demasiado claro
y
imposiblemente más que el significado que
brilla:
interpretación de nada más que superficie,
la frialdad de luz. En ésa estar solo
con la pregunta. Ninguna cosa ni siquiera no
es
rastro de respuesta. Nada es lo que parece,
nada lo que es, ni sospecha de mañana.
Sombras
en tonos de gris, existencias de imitación.
El aire huele a
cementerio. Por la noche todo
aire
tiene el color gris de carencia de vida.
Está descartada, nunca la recuperarás.
Espere un rato, el aire pasa deslizándose
encima.
Lo que sobra es congoja, es temblor, es frío,
la luz de sombras chinescas de la luna.
23 Noviembre 2003